"Magallanes: la aventura más audaz de la humanidad" de Stefan Zweig.
“Precisamente es tanta la demanda de la mercancía índica, que los precios siempre se mantienen altos. A principios del segundo milenio, la pimienta era contada por gramos y casi tan apreciada al peso como la plata. Tan sólido se consideraba su valor, que eran varios los Estados y ciudades que calculaban a base de pimienta: a cambio de pimienta se obtenían haciendas, se pagaban las dotes y se adquiría el derecho a la ciudadanía; príncipes y ciudades cobraban impuestos en pimienta (…) Cuando en la Edad Media se quería remarcar la riqueza de un hombre, se le decía “saco de pimienta”. El jengibre, la canela y el alcanfor se pesaban en balanzas de orfebre o de boticario, tomando la precaución de cerrar puertas y ventanas, no fuera que una corriente de aire aventara ni siquiera una dracma de polvo precioso.
Pero Oriente y Occidente están a una enorme distancia… ¡Cuántas dificultades y obstáculos tienen que vencer los buques, las caravanas y los carros en sus trayectos! ¡Qué odisea han de afrontar cada grano, cada flor, desde que se cosechan en el archipiélago hasta que descansan sobre el mostrador del tendero europeo! Los españoles y portugueses miran con enojo hacia Egipto y Siria, donde el Islam tiene puesta una cadena entre la India y Europa. No le permiten a ningún buque cristiano surcar el mar Rojo. Todo el comercio índico es controlado por los mercaderes turcos y árabes.”