Las noticias falsas son contenidos difundidos a través de medios de comunicación masiva (portales de noticias, prensa escrita, radio, televisión y redes sociales) con la intención deliberada de engañar, inducir a error, manipular decisiones, desprestigiar u obtener rédito político.
Si bien no son un fenómeno nuevo, en tanto la manipulación de la información con objetivos económicos o ideológicos tiene antecedentes desde la Antigüedad, sí lo es el alcance que pueden tener actualmente debido a las características de los medios de reproducción propios de nuestra etapa histórica, es decir, las llamadas nuevas tecnologías de la información y la comunicación, que potencian y amplifican de manera exponencial los contenidos que se ponen en circulación.
Estas tecnologías, además, diversifican y multiplican el origen de los mensajes, esto quiere decir, por ejemplo, que en redes sociales como Facebook o Whatsapp cualquiera puede ser el emisor de una noticia, lo que nos lleva a consumir información cuyo origen desconocemos y a la que damos la misma credibilidad que a la información proveniente de un experto o un periódico.
A su vez, habilitan la comunicación directa con sus usuarios, lo que ha sido utilizado para incidir en procesos electorales mediante la imposición de ideologías y candidatos. En algunas campañas incluso se ha optado por prescindir de medios tradicionales, como la televisión, descartando, por lo tanto, cualquier mediación periodística.
No obstante, las cuestiones tecnológicas parecen ser simples favorecedores de la diseminación de noticias falsas, pero su existencia y aumento es atribuido a fenómenos filosóficos (relativismo a ultranza), político-culturales (pérdida de confianza en las élites, nuevo auge de los nacionalismos) y económicos (mercantilización de la información).
En esta misma línea, aunque hay quienes ponen el énfasis en la influencia de la inteligencia artificial, como los robots o las cuentas automatizadas en redes sociales, en la difusión de contenidos falsos, lo cierto es que quienes más comparten información falsa son los seres humanos.
Pero, ¿por qué funciona este tipo de “noticias”? Según el experto español Marc Amorós, en una conferencia llevada adelante en Montevideo en 2019 y organizada por el Círculo de Periodistas Deportivos y la Asociación de la Prensa del Uruguay, funcionan porque “nos dan la razón”, confirman aquello que ya pensamos y, por eso, las validamos inmediatamente como información real y las amplificamos, las compartimos con otros.
En redes sociales, tendemos a relacionarnos con gente que piensa como nosotros, por lo que al compartir esa información también buscamos que nuestros pares la validen como cierta. Además, la personalización de la información en función de datos y criterios recopilados por los usos de internet y las redes sociales para tender a mostrarnos información alineada con lo que pensamos y sentimos lleva a que los mensajes y las noticias sean modelados para direccionar ideológicamente nuestras decisiones.
Esto nos lleva a encerrarnos en una “burbuja de opinión”, dentro de la cual funciona una verdad a medida, “la verdad de cada uno”, que termina por importar más que los hechos. En este sentido, se habla de que vivimos en la era de la posverdad o posfactual, en la que, como lo explica el profesor Ronald Teliz en entrevista realizada por el programa «Arial 12», de UniRadio, se tiende a abandonar el criterio de verdad para evaluar posibles acciones, se diluyen los hechos y solo quedan las interpretaciones.
La posverdad es definida por el Oxford English Dictionary como una situación “en la que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a las creencias personales”. Por su parte, la Real Academia Española la comprende como la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.
A través de las noticias falsas no se busca que la gente sepa, sino que crea. Así, las opiniones quedan colocadas por encima de los relatos de los hechos y aparece lo que muchos, en un relativismo extremo, nombran como “alternativo”: un mundo alternativo a la verdad, formateado en función de lo que cada uno quiere escuchar.
De acuerdo con Amorós, las noticias falsas se usan, entre muchos otros fines, para “deslegitimar toda información contraria, activar y blanquear discursos (que antes hubieran sido inadmisibles o que no están en la agenda política o en la conversación social) y para señalar, estigmatizar e incluso incitar al odio”, convirtiendo al mundo en un espacio binario y a la polarización de las sociedades.
A su vez, el uso político de las noticias falsas incluye el utilizar esta categoría para calificar toda información que provenga de los oponentes y no convenga a los propios intereses, en definitiva, para restarle autoridad a la información. Lo que termina ocurriendo es que se desconfía de toda información y, cuando esto ocurre, quien define es quien tiene más poder.
En los últimos tiempos, se han desarrollado diversas acciones que buscan que las personas incrementen su nivel de atención y discernimiento sobre las noticias que reciben, a fin de detectar las noticias y evitar su divulgación.
En más de cincuenta países se han generado plataformas dedicadas a comprobar la veracidad de las noticias, la mayoría de ellas por iniciativa de periodistas o medios de comunicación. Ejemplos de ellas son Verificado, en Uruguay, y Reverso, en Argentina. En Uruguay, además, se estableció un acuerdo entre partidos políticos para no utilizar noticias falsas durante la última campaña electoral.
La plataforma española Internet Segura for Kids (IS4K), por su parte, explica cómo abordar el tema con niños y niñas y pone a disposición algunos materiales útiles. En el siguiente video, por ejemplo, explica cómo reconocer las noticias falsas:
Como hemos visto, el fenómeno es complejo y con diversas implicancias que exceden lo político, aunque este es el campo en el que se ha expresado con más claridad y nos interpelan a todos en las decisiones que tomamos cotidianamente.
Para cerrar —y dejar abierta la reflexión— compartimos un fragmento de un texto de Hannah Arendt, que en la década del sesenta expresaba lo siguiente:
“El resultado de una constante y total sustitución de la verdad de hecho por las mentiras no es que las mentiras sean aceptadas en adelante como verdad, ni que la verdad se difame como una mentira, sino más bien que el sentido por el que nos orientamos en el mundo real —y la categoría de la verdad versus la falsedad está entre los medios mentales para alcanzar este fin— queda destruido. Y para este problema no hay remedio” (Hannah Arendt, 1964).