Retrato de Lavoisier y su esposa | Autor: Jacques-Louis David | Licencia: Dominio público
Desde muy joven demostró ser un buen estudiante. Al comienzo de sus investigaciones químicas se dio cuenta de la importancia que tenía la precisión de las medidas. Hizo por la química lo que Galileo hizo por la física dos siglos antes y el resultado en química fue igualmente rotundo y es en parte por esto que a Lavoisier se le acredita como el padre de la química moderna.
Lavoisier fue un ciudadano de gran espíritu público que participó en muchas comisiones y consejos creadas para mejorar la suerte de la gente. En 1760 trabajó el método para mejorar la iluminación en pueblos causando sensación a los 20 años con su ensayo sobre esta materia, y en 1770 ideó nuevos métodos para preparar la salmuera, sustancia necesaria para la fabricación de la pólvora. En 1780 trabajó en la modernización de la agricultura y sus investigaciones le llevaron a establecer una granja modelo en 1788. Pero todo este gran espíritu ciudadano no le ayudaría a la postre, por dos equivocaciones. En primer lugar, invirtió medio millón de francos en la Ferme générale a fin de ganar algún dinero para sus investigaciones. Esta Ferme générale era una sociedad privada comprometida con el gobierno francés para recolectar impuestos. Cualquier dinero que sacaban por encima de la cuota era ganancia para la sociedad. Estos granjeros de hacienda eran el grupo más odiado en la Francia del XVIII., aunque Lavoisier siempre utilizó el dinero que ganó en la investigación química, creando un magnífico laboratorio privado.
Sin embargo, fue un "granjero de hacienda" y llegó a ganar cien mil francos en un año; en 1771 se casó con la hija de un importante recaudador de impuestos.
El segundo error de Lavoisier tuvo que ver con la Academia de Ciencias Francesa a cuya honorable asociación perteneció como miembro desde 1768, cuando contaba con solo 25 años. En 1780, un tal Jean-Paul Marat, periodista que se las daba de científico, pidió su ingreso a la academia, y Lavoisier hizo lo posible para que no entrara, por la buena razón de que los tratados que ofrecía a la academia (contenían nociones caseras y tontas de la naturaleza del fuego) no tenían valor alguno. Marat, sin embargo, no se olvidó de esto, ni de consumar su venganza.
El interés de Lavoisier en el alumbrado de las calles le introdujo de lleno en el problema de la combustión. La teoría del flogisto de Stahl ya tenía un siglo de existencia y había muchas cosas que no podía explicar. La confusión que originó entre los químicos se esclareció con el trabajo de Lavoisier y solo después de esto se pudo avanzar de verdad en la química.
Lavoisier empezó por calentar sustancias al aire (en 1772). Una vez compró (con otros químicos) un diamante que colocó en un recipiente cerrado y enfocó en el los rayos de sol que concentraba una lupa, y el diamante desapareció. Sin embargo, el recipiente se llenó de anhídrido carbónico, lo que prueba que en gran parte o en su totalidad el diamante estaba compuesto por carbono. Lavoisier también notó especialmente que el diamante no ardía en ausencia de aire. Continuó quemando fósforo y azufre y comprobó que los productos obtenidos pesaban más que el original, por lo que pensó que se había adicionado alguna sustancia a partir del aire (no creía que el flogisto tuviera un peso negativo).
Para probar esto, calentó estaño y plomo en atmósfera limitada de aire y sobre ambos metales apareció una capa de óxido que se comprobó que pesaba más que el metal del que provenía. Lavoisier vio que el metal, su óxido, el aire, y todo el conjunto, no habían variado de peso al calentarlos. Esto quería decir que si el óxido había ganado peso por un lado, el mismo peso se tenía que haber perdido por otro sitio, posiblemente el aire. Si en realidad era el aire, tendría que aparecer un vacío parcial en el recipiente. Estando seguro de ello, Lavoisier abrió el recipiente y el aire entró siendo entonces cuando ganó peso el conjunto.
Lavoisier pudo demostrar que el óxido era una combinación del metal con el aire y por tanto que la oxidación (y la combustión) no acarreaban una pérdida del flogisto, sino una ganancia de al menos una porción de aire. Cuando esta teoría se abrió paso entre los químicos, se derrumbó la teoría del flogisto y se estableció la química sobre los fundamentos en que hoy descansa. Además la demostración de Lavoisier de que la materia no se crea ni se destruye sino que cambia de un estado a otro en el transcurso de los procesos químicos a que se somete, es la Ley de Conservación de la Materia, que representa un baluarte de la química del siglo XIX (y una tercera razón por la que se le proclama padre de la química moderna). Einstein amplió y afinó este concepto.
En 1774, Priestley estaba en París y visitó a Lavoisier, con quien discutió los experimentos que hizo con el aire "desflogisticado". Lavoisier repitió los experimentos y se dio cuenta al momento de la tontería que representaba la noción de aire desflogisticado. A cambio, le demostró la existencia del aire que se combina con los metales para formar óxidos. La única razón por la que los objetos ardían tan rápidamente en ese gas era que, en el aire, dicho gas estaba diluido entre otros gases, en los que no ardían las sustancias.
Lavoisier fue el primero que expuso claramente lo que otros grandes químicos de la época (especialmente Scheele) habían sospechado; el aire estaba compuesto por dos gases, uno de los cuales mantenía la combustión y el otro no. Llamó "oxígeno" al primero (de los vocablos griegos que quieren decir "origina ácidos" porque creyó, equivocándose por primera vez, que todos los ácidos lo contenían). Al segundo lo llamó azoe (del griego que significa "sin vida"), pero en 1790 Chaptal lo rebautizó "nitrógeno", su nombre actual.
Lavoisier hizo por la química más que nadie hasta entonces, pero no llegó a descubrir un sólo elemento. También estudio el comportamiento de los animales en una atmósfera de aire, de oxígeno y de nitrógeno. Pudo medir la cantidad de calor que desprendía comparando la vida en ese aspecto con la combustión. En 1783, Cavendish demostró que el agua se podía producir quemando un gas inflamable en aire. Lavoisier al momento repitió el experimento de un modo mas moderno y bautizó al aire inflamable con el nombre de hidrógeno (del griego que significa "da origen a agua"). Esto encajó bien con su nueva visión de la química y pudo observar que cuando los animales descomponían el alimento (compuesto de carbono e hidrógeno en su mayor parte), lo hacían añadiendo el oxígeno que respiraban y formando anhídrico carbónico y agua, que aparecían en el aire expirado.
La nueva química inició su avance en seguida; en Inglaterra, Cavendish y Priestley se negaron a abandonar la teoría del flogisto, pero Black siguió doctrinas de Lavoisier así como Bergman en Suecia y Klaproth en Alemania.
Una vez sentadas las bases de la nueva química, Lavoisier empezó a trabajar para conseguirle una nueva nomenclatura. Los alquimistas y químicos anteriores no tenían reglas fijas para nombrar las distintas sustancias y desde luego utilizaban nombres oscuros y caprichosos. Como resultado de esta confusión, ningún químico estaba seguro de lo que le contaba a otro por no utilizar iguales denominaciones.
En colaboración con otros químicos como Berthollet y Fourcroy, Lavoisier publicó en 1787 la obra: Métodos de nomenclatura Química. En este libro se establecían normas que se utilizaban para nombrar cada compuesto, basados en los elementos que contenía. La idea fue identificar la composición química con el nombre asignado. El sistema era tan claro y lógico que los químicos lo adoptaron al instante y aun constituye la base de la nomenclatura actual (cuarta razón por la cual Lavoisier es considerado como el padre de la química moderna).
En 1789 Lavoisier publicó un libro de texto llamado Tratado elemental de Química, en el que reunió su nueva doctrina y que representa el primer texto moderno de química (quinta razón de paternidad de la química moderna) y entre otras cosas contiene una lista de todos los elementos conocidos por entonces; esto es, de todas las sustancias que no se habían descompuesto en unidades menores. La lista en su mayor parte era bastante exacta, y ninguna de las sustancias contenidas en ella no se reconoce hoy como elemento o por lo menos un óxido del mismo. Sin embargo Lavoisier catalogó el calor y la luz como elementos y hoy se reconoce que son inmateriales. Lavoisier creía que el calor era un "fluido imponderable" llamado "calórico". Había desechado el flogisto, un fluido imponderable también, pero en parte por su gran influencia, el calórico permaneció en la mente de los químicos durante medio siglo.
Hacia el final de su carrera, Lavoisier, con ayuda de Laplace, trató de medir calores de combustión y dilucidó algunos detalles de lo que ocurría en los tejidos vivos. Pero en el mismo año en que apareció su libro estalló la revolución y hacia 1792 los antimonárquicos radicales tomaron el control proclamando la república en Francia y cazando a los "granjeros de hacienda". Lavoisier fue retirado de su laboratorio y más tarde arrestado. Cuando alegó que era un científico y no un recaudador de impuestos (cosa no del todo cierta), el oficial que lo arrestó contestó con la famosa frase "la república no necesita científicos". Marat, quien era un poderoso líder revolucionario, acusó a Lavoisier de haber participado en complots absurdos y pidió su muerte. Marat fue asesinado en julio de 1793 pero el mal ya estaba hecho. Lavoisier fue guillotinado junto con su suegro y otros "granjeros de hacienda" el 8 de mayo de 1794. Lagrange se lamentaba diciendo "en un solo instante se quedó sin cabeza, pero harán falta mas de cien años para que aparezca otro igual". Después de dos años del suceso se empezaron a inaugurar bustos de su persona.
Cuatro años después de su muerte, en 1798, la Imprenta Real de Madrid publicó en castellano su Tratado elemental de química traducido por don Juan Manuel Munárriz. Una edición castellana anterior había aparecido en México.