Immanuel Kant | Autor: Becker | Licencia: Dominio público
“El firmamento estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí […]. No debo imaginármelos, ninguno de los dos, envueltos en tinieblas o buscarlos y simplemente conjeturarlos en lo inaprehensible, fuera de mi horizonte visual; los veo ante mí y los relaciono directamente con la conciencia de mi propia existencia” (Crítica del juicio, Kant).
“No tiene la vida de Kant brillo alguno exterior, excepción hecha de la gloria, que no buscaba, pero que la importancia de su obra no podía evitar y que vio elevarse a su mayor esplendor. […] Kant, que nunca quiso ser más que un profesor de universidad, siempre fue en ideas y conducta la misma simplicidad, la probidad personificada. […] Este carácter parece en todos sus rasgos formado para sólo encontrar su centro en sí propio, y ciertamente que tal debía ser el carácter de la filosofía del conocimiento de sí mismo. Y así como el espíritu de Kant constantemente se dirige hacia este punto único, que fuera de él no puede encontrar, así también su vida exterior, quiero decir, su vida local, obedece a la misma concentración. […] Ha vivido Kant cerca de ochenta años y sólo salió de su provincia y pueblo natal durante el tiempo en que fue preceptor. Su vida (ha sido) consagrada únicamente a la meditación…”
“Kant no es un renovador de la antigua filosofía. No renueva las teorías mecánicas ni las teleológicas en un sentido exclusivo. Él fundó una filosofía verdaderamente nueva que en sus puntos esenciales nada tiene de común con ninguna de las anteriores. […] La filosofía en general sólo tiene una posición segura como ciencia, cuando se diferencia clara y exactamente de toda las demás ciencias, sean éstas las que quieran; cuando tiene para sí propia objetos que estudiar que no corresponden a ninguna de las otras y tampoco se los disputa. Sólo así tiene su campo asegurado, y establecido su lugar. Esta posición firme, rigurosamente examinada, sólo la ha ganado la filosofía con Kant. […]
¿Existe acaso un hecho, que reconocido como efectivo por las demás ciencias, no sea sin embargo estudiado por ninguna de ellas? […] ¿O es que por ventura las matemáticas, la física y la experiencia se explican a sí mismas? Pues esta ciencia nueva y necesaria es la filosofía. […]
Cesa aquí la filosofía de ser una explicación de las cosas para ser una explicación del conocimiento de las cosas: se transforma en una ciencia necesaria, porque explica un hecho, que como tal necesita de explicación, del mismo modo que otra cualquiera. Y es la vez una ciencia nueva porque explica un hecho hasta ahora inexplicado. […]
Pregunta: ¿cuáles son las condiciones bajo las cuales tiene lugar el hecho del conocimiento humano? ¿Cuáles las formas sin las que no puede acontecer este hecho? […] Su relación, pues, con los conocimientos existentes es escéptica; con la facultad de conocer, crítica, es decir, investiga, examina y analiza.
La filosofía pre-kantiana, sin pensar realmente en las condiciones del conocimiento juzgaba sin recelo alguno de la existencia de Dios, del mundo y de todas las cosas posibles; por eso era dogmática. En oposición a esta filosofía establece Kant la suya, que es crítica. La dogmática supone ya lo que debía haber investigado: la posibilidad del conocimiento; la crítica explica esta posibilidad” (Fischer, K., “Vida de Kant e historia de los orígenes de la filosofía crítica”, en Crítica de la razón pura, Losada, pp.23-24; 72-73 y 81-82).
“En la existencia de Kant […] el pensamiento, con su contenido objetivo y su verdad objetiva, no sólo impera sobre la vida, sino que a la par que le infunde su forma recibe de ella su forma propia y peculiar” (Cassirer, E., Kant, vida y doctrina, p. 16).
“Resulta difícil explicarse, en efecto, cómo esta doctrina, a medida que avanza y progresa, va empapándose más y más de la tendencia a lo puramente general, a lo que objetivamente necesario y absoluto, a la par que el individuo, en su modo de vivir, parece propender cada vez más marcadamente a lo particular, a la rareza y hasta la manía” (Cassirer, E., Kant, vida y doctrina, p. 21).
“Supo modelar toda su existencia con la energía y la pureza de una voluntad inquebrantable y hacer que se empapase de una idea dominante; pero esa voluntad, que dentro del marco de su filosofía se manifiesta como un factor creador y positivo en más alto grado, acusa en lo que a la vida personal se refiere un carácter negativo y entorpecedor. Las emociones de los sentimientos y lo afectos subjetivos no son, para él, más que los materiales que pugna por someter de un modo cada vez más enérgico al imperio de la razón y al mandato objetivo del deber” (Cassirer, E., Kant, vida y doctrina, p. 22).
“En esta nueva relación entre lo condicionado y lo incondicionado, entre lo finito y lo infinito, entre la experiencia y la especulación, crea Kant un nuevo tipo de pensamiento filosófico frente a los representados por Platón y por Aristóteles: con él alcaza su máxima perfección sistemática el concepto específicamente moderno del idealismo esbozado por Descartes y Leibniz” (Cassirer, E., Kant, vida y doctrina, p. 487).