Primera biblioteca pública

El 4 de agosto de 1815, el sacerdote Dámaso Antonio Larrañaga envió una carta al Cabildo proponiendo suplir con buenos libros la falta de maestros e instituciones.
Fotografía de Dámaso Antonio Larrañaga

En ese marco, planteó la necesidad de crear una biblioteca pública donde pudiesen concurrir los jóvenes y todos aquellos que estuviesen interesados en acceder al saber.

José Artigas, quien se hallaba en el Campamento de Purificación, envió una nota fechada el 12 de agosto de 1815 al Cabildo, dando el visto bueno para que se procediera a la creación de aquella primera biblioteca pública.

Un aporte interesante para dotar de libros a la nueva biblioteca llegó a través del presbítero José Manuel Pérez Castellano, quien legó un importante acervo bibliográfico. A esta donación se sumaron los libros aportados por José Raimundo Guerra, los padres franciscanos y el donativo del propio Larrañaga, quien ya poseía en aquella época una vasta colección.

La primera biblioteca pública fue instalada en los altos del fuerte de Montevideo, actual Plaza Zabala. Larrañaga, en su carácter de director, pronunció la oración inaugural, donde expresó:

Una biblioteca no es otra cosa que un domicilio o ilustre asamblea en que se reúnen, como de asiento, todos los más sublimes ingenios del orbe literario o por mejor decir, el foco en que se reconcentran las luces más brillantes que se han esparcido por los sabios de todos los países y de todos los tiempos. Estas luces son las que el ilustrado y el Gobierno vienen a hacer comunes a sus conciudadanos.

A continuación y por resolución de Artigas, el 30 de mayo de 1816 los centinelas del ejército oriental usaron como santo y seña: Sean los orientales tan ilustrados como valientes, como adhesión a la flamante Biblioteca Nacional.

En el año 1926 se adquirió el predio del actual edificio de la Biblioteca Nacional. La piedra fundamental se colocó el 26 de mayo de 1937, la nueva sede se ocupó en 1955 y se inauguró oficialmente en 1964.

La biblioteca pública fundada el 26 de mayo de 1816 es la única institución de la época libertadora que se mantiene hasta hoy.

La Biblioteca Nacional es en la actualidad una institución ejecutora del Ministerio de Educación y Cultura, cuyos objetivos son recopilar, conservar, acrecentar, procesar y difundir el patrimonio bibliográfico y documental nacional. Su sentido de misión se relaciona con preservar este patrimonio y hacer posible el acceso a él para todos los ciudadanos.

Actualmente, el acervo de la Biblioteca Nacional está constituido por aproximadamente 900.000 volúmenes de libros, folletos y publicaciones periódicas nacionales y extranjeras. Atesora, además, un valioso archivo documental literario uruguayo, así como importantes colecciones de mapas, planos, fotografías, postales y grabados.

Conmemoración del Día Nacional del Libro

Nuestro país ha elegido el 26 de mayo, día en el que se conmemora el aniversario de la creación de la Biblioteca Nacional, para homenajear al libro, singular protagonista de la cultura de nuestro tiempo.

Desde épocas inmemoriales, los libros han permitido preservar la cultura de los pueblos, acumular y transmitir los saberes construidos a través de las generaciones.

Esta maravillosa herramienta ha experimentado una gran cantidad de transformaciones a través del tiempo sin perder en nada la esencia que le dio origen: la de oficiar de memoria de las pueblos. Sus diversos formatos han ido acompañando los cambios culturales y sociales de la humanidad: desde las tabletas de arcilla y grabados en piedra, pasando por los rollos de papiro y los códices medievales, los libros han llegado hasta el siglo XXI en soporte digital, imponiendo nuevas modalidades de lectura.

Los libros constituyen la puerta de entrada al conocimiento. Sobre ellos se edifican los nuevos saberes pero también, y fundamentalmente, se conocen universos, posibles o imaginarios.

La antropóloga francesa Michèle Petit opina que tanto los niños como los adultos deben tener acceso a los libros pues  “[…] la lectura es una vía por excelencia para tener acceso al saber, pero también a la ensoñación, a lo lejano y, por tanto, al pensamiento […] la ensoñación de un hombre, de una mujer o de un niño que han leído posee también una riqueza diferente a la de aquel o aquella que nunca lo han hecho; la ensoñación, y en consecuencia la actividad psíquica, el pensamiento, la creatividad. Las palabras adquieren otras resonancias, despiertan otras asociaciones, otras emociones, otros pensamientos(1).

En el siglo XXI, caracterizado por el advenimiento del libro digital, muchos se preguntan por el futuro del libro impreso en papel. Frente a estos últimos, los libros virtuales presentan nuevas posibilidades de lectura hipertextual, mayor rapidez de acceso a los materiales y disponibilidad de espacio. Pero el libro impreso tiene sus fervientes defensores; para Umberto Eco el libro en formato papel no podrá ser sustituido, el semiólogo italiano afirma que los libros siguen encarnando el medio más económico, flexible y fácil de usar para el transporte de información a bajo costo. “La comunicación que provee la computadora corre delante de nosotros; los libros van a la par de nosotros, a nuestra misma velocidad”, Y más adelante agrega: “[…] los libros seguirán siendo imprescindibles, no solamente para la literatura sino para cualquier circunstancia en la que se necesite leer cuidadosamente”(2).

  1 Petit, Michèle: “Elogio del encuentro”, conferencia dictada en el Congreso Mundial de IBBY, Cartagena de Indias, 18 al 22 de setiembre de 2000.
  2 Eco, Umberto: Discurso brindado en la ceremonia de apertura de la Bibliotheca Alexandrina, 1.° de noviembre de 2003, Página 12: Radar en http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-1101.html, [Consulta: 09/09/2008]