11 de febrero: Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia

En los últimos años, la comunidad internacional ha hecho un gran esfuerzo inspirando y promoviendo la participación de las mujeres y las niñas en la ciencia. No obstante, sigue existiendo una importante brecha de género: las mujeres son menos del 30% de los investigadores en el mundo, según datos de la UNESCO.

A nivel mundial, la matrícula de estudiantes femeninas es particularmente baja en tecnologías de la información y la comunicación (TIC), con un 3%; ciencias naturales, matemáticas y estadísticas, con un 5%, y en ingeniería, manufactura y construcción, con un 8%.

En este sentido, la reproducción de los estereotipos de género, la escasa visibilidad de las mujeres dedicadas a las ciencias, la falta de estímulos, la distribución desigual de las tareas de cuidado, entre otros factores, continúan manteniendo a las niñas y las mujeres alejadas de los campos relacionados con la ciencia.

Uruguay, primer país piloto del Proyecto SAGA

Desde 2016, Uruguay es el primer país piloto del Proyecto SAGA (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas y avance de género, por sus siglas en inglés), iniciativa de la UNESCO concebida para reducir la brecha de género en estos campos.

SAGA contribuye a la promoción de mujeres y niñas en las áreas mencionadas, apoyando a los países participantes en el diseño e implementación de políticas de ciencia, tecnología e innovación para la igualdad de género. También proporciona estrategias para desarrollar y acceder a evidencia para evaluar las políticas utilizando datos desagregados por sexo y recopilando nueva información sobre impulsores y barreras.

El gobierno uruguayo desarrolló en este marco la estrategia institucional e intersectorial Mujeres, ciencias y tecnología, que busca incidir en los factores determinantes de las trayectorias educativas para revertir las desigualdades de género en los campos de las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas y su impacto sobre el desarrollo del país.

Trayectorias educativas

Según un informe de la Mesa Interinstitucional de Mujeres en Ciencia, Tecnología e Innovación de Uruguay, en 2017, la matrícula de educación secundaria evidenciaba diferencias entre varones y mujeres en cuanto a la decisión sobre la orientación educativa en bachillerato. En quinto año, las mujeres son mayoría en las orientaciones biológico (63,8%), humanístico (62,7%) y arte y expresión (62,2%), mientras que su participación desciende en el área científica (40,5%).

En sexto año, cuando los estudiantes deben optar nuevamente para seguir especializándose, las diferencias son todavía más marcadas: las mujeres continúan siendo mayoría en todas las áreas, excepto en las opciones de agronomía/ciencias agrarias e ingeniería/físico-matemática. En esta última, las mujeres son solo el 34%.

En el ámbito universitario, aunque en las últimas décadas se ha producido una feminización de la matrícula, la representación de las mujeres es menor en las áreas vinculadas a ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. En particular, en el caso de las ingenierías, no llegan a ser un tercio del estudiantado y en TIC están por debajo del 20%.

Mercado laboral

La distribución de varones y mujeres en los campos de estudio se vincula con los roles que son socialmente considerados como femeninos o masculinos y tiene su correlato en el mercado de trabajo. A modo de ejemplo, en áreas como la ingeniería en computación, que en Uruguay tiende al desempleo cero, la brecha de género se ha ampliado a nivel mundial.

Tanto en el ámbito laboral académico como en el mercado de empleo en su conjunto, las brechas entre varones y mujeres se hacen mayores al analizar el área que nos ocupa, así como los ámbitos de toma de decisiones.

Según datos de Cotidiano Mujer, en nuestro país, si bien más de la mitad de las personas que se dedican a la ciencia son mujeres, la presencia femenina apenas supera el 14% en los grados superiores y jerárquicos de la carrera científico-académica. Este es el llamado “techo de cristal”, como se conoce al fenómeno que tiende a frenar la llegada de las mujeres a los cargos y grados más altos.

Como lo explica Cecilia Tomassini, “La metáfora de techos de cristal surge por primera vez en 1986 en un artículo de prensa de Wall Street Journal publicado por Carol Hymowitz y Timothy Schellhardt. El término, rápida y ampliamente difundido, explicita la existencia de normas informales y valores implícitos —invisibles como un cristal— que impiden el pasaje de las mujeres a los puestos de jerarquía. Pero la metáfora de techos de cristal se queda corta, asume la presencia de una barrera absoluta en el nivel último de la jerarquía de las organizaciones, ignorando las varias barreras que las mujeres enfrentan en fases intermedias al construir sus carreras académicas”.

Todavía nos queda mucho camino por recorrer, como sociedad, para lograr transmitir a las nuevas generaciones perspectivas y modelos que incentiven a niñas y adolescentes a optar por seguir estudios y orientaciones ocupacionales en estas áreas.

Fuentes: