Graf Spee | Autor: Royal Navy official photographer | Licencia: dominio público
La Batalla del Río de la Plata
La víspera del 13 de diciembre, el Admiral Graf Spee, se aproximó a 150 millas de la costa brasileña, poniendo a continuación proa al sudoeste para alejarse de ella a velocidad de crucero. Se proponía cortar la ruta de los buques comerciales que alcanzaban Buenos Aires y Montevideo desde al nordeste y el este. Hacía media hora que había amanecido cuando el vigía del acorazado alemán alertó: "¡Remates de mástiles a proa!".
En la mañana de aquel día de diciembre de 1939, el Graf Spee estaba a unos cientos de kilómetros de la costa frente al estuario del Río de la Plata. Los vigías divisaban el horizonte desde la amanecida y uno de ellos dio alarma de mástiles en el horizonte.
El comandante de guardia, sorprendido de ver mástiles y no humo, ordenó despertar al capitán. El vigía creyó avistar un crucero y dos destructores. El comandante Hans Lansgdorff ordenó cubrir puestos de combate; creía tener a la vista la avanzada de protección de un convoy. Como el Graf Spee era superior a esas naves y el objetivo estaba acorde con las directivas dadas, decidió combatir, para luego hundir el convoy. Pronto Langsdorff descubrió su error; el crucero era un buque de 10.000 toneladas, inferior al acorazado alemán. Los otros dos navíos, que habían sido tomados por destructores, eran cruceros ligeros que disponían entre ambos 16 cañones de 152 mm. Los tres buques eran los cruceros Exeter, Ayax y Achilles, al mando del comodoro Harwood.
Langsdorff decidió aplastar a sus adversarios uno a uno y concentró sus fuegos sobre el más poderoso y peligroso de ellos: el crucero pesado Exeter. A las 06:16 fueron disparados los primeros fuegos desde los montajes triples de 280 mm del Admiral Graf Spee, y tres minutos después fueron contestados por el Exeter.
Las dos naves intercambiaban un rápido y nutrido fuego. El Exeter fue tocado, y también el Exeter había tocado al acorazado alemán. El Admiral Graf Spee había destruido completamente la cocina, así como la red de agua potable de la nave. Hubo muertos y heridos. Pero los daños en el Admiral Graf Spee eran mínimos comparados con el infierno desencadenado en el Exeter. Finalmente los cruceros británicos se apartaron. Langsdorff tenía el combate en sus manos, pero debido a falta de información efectiva sobre sus resultados, la cantidad de bajas y pensando que estas unidades eran una avanzada de otras mayores, decidió no acabar con los sobrevivientes y se envolvió en humo y se alejó a toda máquina hacia la costa. Luego de salir al alance de los poderoso cañones del acorazado, el comodoro Harwood decidió seguir al acorazado, tratando de no perderlo de vista.
La trampa de Montevideo
Los resultados del combate para el Graf Spee fueron 56 muertos y 20 impactos; los daños eran relativamente menores, pero habían mermado su provisión de municiones. Fue entonces cuando el acorazado alemán se dirigió hacia el Río de la Plata y entró al Puerto de Montevideo. El gobierno uruguayo ofreció una estadía de 72 horas, que debía emplear para la reparación de la nave con sus propios medios.
Mientras tanto, la diplomacia y los servicios secretos ingleses entraron a crear un sesudo plan para engañar a los alemanes. La diplomacia británica en Montevideo realizó una compleja labor de desinformación con respeto a las fuerzas navales británicas apostadas en la salida del Estuario del Río de la Plata e hizo circular falsos rumores, amenazas e intimidaciones, de tal modo, que se realizaron falsos comunicados entre fuerzas inglesas inexistentes a la salida del Estuario, esto llevó a que Langsdorff tomara decisiones.
Durante el tiempo que permaneció en el puerto de Montevideo, los miembros de la tripulación muertos fueron enterrados en el cementerio de Montevideo. Los prisioneros de guerra desembarcados del Graf Spee acompañaron voluntariamente a los caídos en el cortejo fúnebre hacia el cementerio.
Langsdorff envió un telegrama al Alto Mando Naval en donde concluía: “Me propongo avanzar hasta el límite de las aguas jurisdiccionales. Si es posible abrirme paso hacia Buenos Aires, librar combate con el resto de mis municiones. Para el caso que tal tentativa condujera a la destrucción cierta del Graf Spee sin proporcionarle la oportunidad de causar daños al enemigo, pregunto si ha de hundirse el navío en el estuario del Plata, aunque los fondos en él son insuficientes, o bien debe permitirse su internamiento”. Comandante Graf Spee.
La respuesta del Alto Mando Naval dejaba en completa libertad de acción al comandante del Graf Spee, salvo en la internación en Montevideo. La última frase decía: “Procure que la destrucción sea total si se ve usted obligado a hundir su barco”. Erich Raeder.
El hundimiento
El 17 de diciembre de 1939, zarpó de Montevideo después de las 18 horas, antes de expirarse el plazo acordado por el gobierno del Uruguay. El buque avanzó lentamente por el estrecho canal en dirección a alta mar. Ahí le aguardaban las naves británicas. Los espectadores del muelle de Montevideo esperaban asistir al raro espectáculo de un combate naval. Tras la estela del acorazado marchaba el transporte alemán el Tacoma, refugiado en el puerto uruguayo desde el comienzo de las hostilidades.
Aparecieron dos remolcadores que provenían de Buenos Aires y una serie de embarcaciones menores que iban y venían del acorazado al transporte, transportando a la tripulación, de más de 1.000 hombres. Más de medio millar de tripulantes fueron trasladados a Buenos Aires y parte a Montevideo y en enero de 1940 se establece su internación en la ciudad. Tanto en Buenos Aires como en Montevideo, unos 200 oficiales fueron dejados en libertad y fugaron a Alemania donde reingresaron a la Marina Alemana, mientras los marineros fueron internados en cuarteles militares. Luego, a las 19:55, una enorme columna de llamas brotó repentinamente del Admiral Graf Spee.
Al cabo de unos instantes se escuchó una fuerte explosión. El Graf Spee había explotado: los alemanes habían hundido su buque. El 20 de diciembre, se encontró al capitán de navío Hans Langsdorff muerto en su habitación del Hotel de Inmigrantes en Buenos Aires. Se había envuelto en la bandera alemana y suicidado de un tiro de pistola en la cabeza.