Marcha hacia el atrio de la Universidad de la República, donde fue velado Líber Arce | Autor: Partido por la Victoria del Pueblo | Licencia: Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional.
En la madrugada del día 9 de agosto son allanados el edificio central de la Universidad de la República, las facultades de Agronomía, Arquitectura, Medicina y la Escuela de Bellas Artes, sin orden judicial, en busca de datos que permitieran encontrar al secuestrado Pereira Reverbel. Mientras se realizaron estos procedimientos no se permitió el ingreso de las autoridades universitarias a los locales. El Consejo Directivo Central de la Universidad de la República denuncia el allanamiento, al mismo tiempo se suceden varios enfrentamientos callejeros entre la policía y los estudiantes en los alrededores de los locales allanados, que dejan un saldo de 5 estudiantes heridos, uno de ellos en estado de coma.
Ese mismo día el poder Ejecutivo solicita a la Cámara de Senadores la venia para destituir a los miembros del Consejo Central de la Universidad de la República y se establece la censura previa a los comunicados de esta Universidad. Este hecho quedará registrado en una carta al Semanario “Marcha”, la cual es publicada por este Semanario el día 15 de agosto con el título “LA UNIVERSIDAD AMORDAZADA” .
El 10 de agosto, la Asamblea General debate sobre los sucesos en la Universidad y al mismo tiempo se lleva a cabo una reunión del Claustro Universitario que emite una declaración de apoyo al Rector y al Consejo Directivo Central. Se nombra una Comisión de tres juristas para estudiar los casos de docentes que ocupan cargos en el Poder Ejecutivo. La jornada universitaria se cierra con una conferencia de prensa del Dr. Maggiolo, Rector de la Universidad de la Republica.
El día siguiente estará signado por la liberación de Dr. U. Pereira Reverbel, el debate parlamentario y desacuerdos dentro del partido de gobierno sobre la orientación que estaba tomando el Poder Ejecutivo. El presidente Jorge Pacheco Areco, que ocupó ese cargo merced al síncope cardíaco que causó la muerte del general Gestido, había comenzado su gestión, en diciembre de 1967, con un decreto de fecha 12 de diciembre que clausuró el matutino Epoca y el semanario socialista El Sol, y declaró disueltos e ilegales al Partido Socialista, la Federación Anarquista Uruguaya, el Movimiento Revolucionario Oriental, el Movimiento de Acción Popular Uruguayo y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
En junio del año siguiente (1968) el Poder Ejecutivo ante la ola de paros (bancos oficiales, empleados públicos) y la violencia callejera, decretó medidas prontas de seguridad, régimen excepcional que sería sin embargo una constante en su accionar. Al amparo de esa disposición constitucional, el gobierno implementó su programa económico, que tendía a beneficiar a las clases dominantes (ejemplo por demás elocuente será la integración de su gabinete con hombres representativos de la banca, del gran comercio, de la industria y del sector agroexportador) en perjuicio de los asalariados. En previsión de la resistencia que esa política económica generaría, fueron las medidas de seguridad el modo de permitir al gobierno desatar una represión contra el movimiento popular. Fue también entonces que la censura a la prensa y la clausura de diarios empezaron a ser moneda corriente.
Esa represión estuvo dirigida particularmente hacia las organizaciones estudiantiles (FEUU y FES) y la CNT que, bajo la consigna clásica de "obreros y estudiantes, unidos y adelante", enfrentaban los desbordes autoritarios del gobierno, como la congelación de salarios, el ataque a los fueros sindicales, la militarización a bancarios y funcionarios, al tiempo que la Universidad era ahogada económicamente y su autonomía amenazada.
En este contexto la respuesta del gobierno a las manifestaciones de protesta consistía en la presencia policial que reprimirá estas acciones.
El 12 de agosto de 1968 será un jornada inmersa en esta lógica; El diario “El Día” del 13 de agosto, en su 1ª sección, realizaba la siguiente crónica de los sucesos del 12 de agosto: “ A unos cincuenta metros de la entrada principal de la Facultad de Veterinaria se produjo ayer un grave y lamentable episodio derivado de un enfrentamiento entre un nutrido grupo de estudiantes –probablemente más de un centenar- y tres funcionarios policiales dependientes de la Seccional 9ª que trataron de impedir que aquellos realizaran una manifestación relámpago/…/Los dos agentes permanecieron juntos al vehículos (un “jeep” de la 9ª) y el oficial se adelantó. Su propósito al parecer, era parlamentar con los estudiantes. Se produjo de inmediato un forcejeo entre él y varios de los manifestantes y fueron arrojadas piedras sobre los tres policías. En determinado momento, por efecto de algún puñetazo o una piedra, se vio caer al oficial quien entonces hizo uso de su revólver de reglamento efectuando uno o más disparos. Uno de los dos alcanzó a Liber Alvez Rissoto (sic), uruguayo, soltero, de 28 años de edad. Al parecer la bala le penetró en el bajo vientre, por la región inguinal. Se produjo seguidamente una tumultuosa escena y el oficial (que no volvió a usar el revólver, por su voluntad o por haber agotado las balas) logró retroceder/.../ Alvez Rissoto, que es estudiante de los cursos superiores fue transportado al Hospital de Clínicas. Ingresó al block quirúrgico a la hora 1 y 45 y permaneció hasta la hora 17. Su estado es grave pues la bala en su trayectoria habría afectado la masa intestinal”.
Otros consignan otra visión sobre el acontecimiento, y no solo lo enmarcan en el contexto de una ofensiva gubernamental contra las fuerzas de cambio, cuya resistencia a las políticas antipopulares crecía en las calles, fábricas y centros educativos. Ese día, un grupo de estudiantes de Odontología, Enfermería y Veterinaria manifestaban desde la casa de estudios ubicada en Alberto Lasplaces, rumbo a Avenida Rivera, fue interceptado por un escuadrón de efectivos policiales de choque. En dicho momento, y sin que mediara ninguna actitud agresiva por parte de los manifestantes, las fuerzas represivas comienzan a disparar. Según los testimonios oculares de la época, desde una distancia de no más de cuatro metros y abandonando previsibles intenciones intimidatorias, Líber Arce fue baleado por la espalda. El estudiante recibió un disparo en una pierna con orificio de salida en la ingle. El balazo, según el dictamen médico conocido pocas horas después, le seccionó la arteria femoral que irriga los miembros inferiores.
Algunos de los manifestantes, al ver caer al estudiante en medio de un impresionante charco de sangre, se dirigen hacia él para brindarle auxilio y aunque la Policía les permitió acercarse, fueron encañonaron con revólveres y se les exigió que exhibieran sus documentos, demorando el traslado del estudiante agredido hacia un centro asistencial. Durante los incidentes acaecidos frente a la Facultad de Veterinaria, resultaron heridos también otros cuatro estudiantes.
Líber Arce fue trasladado al el Hospital de Clínicas, y al ingresar al mismo su estado era ya crítico. Sus pulsaciones eran muy débiles y había perdido abundante sangre. La lucha del equipo médico por salvarle la vida resultó casi titánica. Mientras era intervenido quirúrgicamente, el joven entró dos veces en shock y estuvo a punto de morir, aunque en ambas oportunidades fue reanimado. Tras horas de incertidumbre, el equipo médico informó que se había logrado detener la hemorragia y se practicó un injerto con el propósito de reparar la arteria seccionada por el disparo.
Sin embargo, todos los esfuerzos resultaron en vano: Líber Arce dejó de existir el 14 de agosto, en medio de una intensa congoja colectiva. El legendario grito "obreros y estudiantes unidos y adelante" sufre su más traumático golpe en una jornada de sangre y conmoción.
El entierro de Líber Arce se convirtió en un plebiscito contra el gobierno. Desde el edificio central de la Universidad -donde había sido velado- partió una multitud calculada entre 200 a 300 mil personas que acompañó el cortejo acongojada en aquella tarde en que Uruguay había sido sacudido por el hecho -inédito hasta entonces- de la muerte de un estudiante en la calle.
El editorial de Carlos Quijano en el semanario “Marcha” de ese mismo día no deja espacio para dobles interpretaciones, “Herir a la Universidad, alzarse contra ella, pretender avasallarla, es, lo sabemos, lo sentimos, lo comprobamos, herirnos a todos y a cada uno de nosotros en algo que nos es entrañable y esencial, que misteriosamente se confunde con nuestra razón (…) Troquelados, moldeados por la Universidad estamos atados a ella de por vida. Y cuando vemos a los jóvenes que toman el azaroso camino de la lucha desigual contra las fuerzas reaccionarias de siempre para defender a la Universidad, a “su” Universidad, a “nuestra” Universidad, los viejos tenemos que sentir tranquilidad y orgullo. Los relevos cumplen con su deber que no ha dejado de ser también el nuestro”.