Fotografía en blanco y negro de la obra "El Éxodo del Pueblo Oriental" | Autor: Diógenes Hequet | Licencia: dominio público
Este armisticio reconocía la autoridad de Fernando VII y establecía que se retirarían las tropas bonaerenses y portuguesas de la Banda Oriental, y restablecía la autoridad de Elío sobre ella.
Montevideo era el centro del poder de Elío; desde allí controlaba y mantenía el dominio del mar, lo que le permitía recibir abastecimientos y refuerzos y hostigar a Buenos Aires. Y para recobrar su posición por tierra, decide jugar con la posibilidad de la cooperación Portuguesa.
Los objetivos de Portugal en el Río de la Plata eran inteligibles, aunque brutales. Quería, simplemente, restaurar la estabilidad en la zona, para impedir desórdenes revolucionarios que subvirtieran su posición en Brasil. Portugal quería explotar la inestabilidad, para extender el Brasil hasta las orillas del Río de la Plata y aumentar con una gran riqueza y poder su imperio.
Elío, acorralado en Montevideo, creía que podría hacer un llamamiento a Portugal para someter a los insurgentes alzados contra su aliada España, y luego persuadirle para que se fuera. Se equivocaba totalmente. En la segunda mitad de 1811, un ejército portugués avanzó hacia el sur, penetró profundamente en la Banda Oriental y dio señales de querer quedarse. Como era predecible, esto produjo diversas reacciones por parte de los patriotas en Buenos Aires y en la Banda Oriental. Buenos Aires prefería conservar la provincia intacta, incluso bajo el gobierno de Elío, con tal de que Portugal no se apoderara de ella. Artigas y sus revolucionarios consideraban esto como una venta a Elío y a los realistas españoles.
Artigas y su ejército, que no querían volver a someterse a la autoridad virreinal, iniciaron una retirada del territorio de la Banda, que fue acompañada por la mayoría del pueblo oriental, en uno de sus más célebres episodios: el Éxodo. Hombres, mujeres y niños abandonaron sus posesiones, retirándose del país junto a su recién designado "Jefe de los Orientales", Artigas. Esta designación, habría de adquirir toda su significación política el 23 de octubre, en la asamblea espontáneamente congregada en las márgenes del río San José, sobre el Paso de la Arena. Allí, el pueblo oriental, como diría el propio Artigas “después de la ratificación de los tratados, … pudo constituirse y se constituyó, si no bajo las formas más o menos propias, al menos bajo las más legales”.
Esas decisiones consecutivas de darse un Jefe y expatriarse, fueron los primeros pasos en la formación de la conciencia nacional del pueblo oriental, que se sentía hermano de los demás pueblos platenses, pero a la vez diferente y hostil a Buenos Aires, a la que imputaba de dirigir la revolución en su provecho exclusivo, pretendiendo heredar a España. La rivalidad de puertos había generado el localismo, y el localismo se había transformado en la idea de la autonomía de cada pueblo del ex-Virreinato en un pie de igualdad con los demás.
A partir de este momento se acentuarían las profundas diferencias entre los bonaerenses y los orientales.
El armisticio dejó clara una idea para Artigas: comprendió que no había lugar para él, ni independencia para su provincia en la política de Buenos Aires, y que los intereses provinciales eran muy distintos que los de esa ciudad. Recibió así una valiosa lección para el futuro. Por el momento, el recién aclamado jefe de los orientales, emprendió una retirada a través del río Uruguay hacia Entre Ríos. Fue una retirada memorable, un triunfo en la derrota. Artigas salió de su patria con 4.000 hombres. Le seguían además 4.000 civiles, temerosos de las represalias españoles y de la brutalidad portuguesa, un pueblo que buscaba la independencia en el exilio, dejando tras de sí la tierra quemada y los campos vacíos.
Este gran éxodo del pueblo oriental, tuvo una profunda significación en la historia de Uruguay. Fue una experiencia, si no de soberanía popular, al menos de soberanía provincial; un anuncio de que en realidad, la Banda Oriental prefería la secesión a la subordinación y que no serviría ni a España ni a Buenos Aires. Este acto de desafío podía haber sido un gesto sin sentido, si no hubiera habido un líder con un propósito y una política. El éxodo dio a Artigas, la estatura de líder, la cabeza de un pueblo independiente, lo transformó en el guía en el cual miles de orientales confiaban.
A partir de entonces, cualquier relación con Buenos Aires se realizaría en un plano de igualdad: los orientales tomarían la asistencia ofrecida en un plano de igualdad y no ya de inferioridad. Podemos afirmar que los orientales del éxodo, formaban el núcleo de una nación independiente.