Toma de la Bastilla

Las jornadas hasta la toma de la Bastilla van a madurar la conciencia de un frente burgués revolucionario que será desviado de su curso el día 14 de julio.
Cuadro sobre la Toma de la Bastilla

El término jornada es utilizado durante el período revolucionario francés para designar una manifestación popular, con frecuencia armada, preparada, organizada y ejecutada en función de obtener un resultado determinado, realizada con la intención de ejercer una presión sobre el poder político.

Tal será el desvío de los acontecimientos que el 15 por la mañana, el Rey anunciará ante la asamblea que ha dado orden de retirar las tropas de París; el 17 de julio, acudirá a la capital y aceptará recibir la nueva escarapela tricolor, emblema de los patriotas, de manos del alcalde de París, Bailly, que acaba de ser elegido por los «electores» del ayuntamiento. El rey capitulará y reconocerá un poder surgido de la insurrección.

A partir de aquí, la ciudad de París pasará a manos de la burguesía que controlará el ayuntamiento y dispondrá de una fuerza armada de 50.000 hombres. La «revolución» parisina ejercerá una considerable influencia sobre las decisiones del Rey y conseguirá disuadirlo del empleo de la fuerza contra los diputados.

La jornada del 14 de julio de 1789. El levantamiento de París: la toma de la Bastilla

La Asamblea Nacional no puede escapar a la gravedad de la situación. El 8 de julio, de acuerdo con el  informe de Mirabeau, decide el envío de una apelación al rey para pedir el alejamiento de las tropas. El 11 de julio, el rey da la respuesta con su guardasellos: las tropas no están destinadas más que a reprimir nuevos desórdenes. Luis XVI, haciendo más difíciles las cosas, despide ese mismo día a Necker y llama al ministerio a un contrarrevolucionario declarado, el Barón de Breteuil. La opinión parisina está conmocionada. Al igual que el resto de los franceses, los parisinos se sienten decepcionados; esperaban mucho de la reunión de los estados generales y tras dos meses de debates, nada positivo ha salido de ella. La concentración de tropas respalda la idea de un golpe de fuerza contra la asamblea y, eventualmente, contra la misma capital. La crisis de subsistencia debida a las deficientes cosechas de 1788 alcanza su paroxismo con una época de débil oferta de cereales entre dos cosechas. La intervención del pueblo parisino salva a la Asamblea Nacional impotente.

El 12 de julio, al mediodía, se conoce la destitución de Necker en París; el efecto es catastrófico. El pueblo prevé que éste es el primer paso hacia el camino de la reacción. Los rentistas y financieros  vivirán la salida de Necker  como una amenaza de próxima bancarrota. Los agentes de cambio se reúnen de inmediato, y deciden cerrar la Bolsa en señal de protesta.

En la jornada del 13 se produce un nuevo motín. Los grupos recorren París buscando armas y amenazando con saquear las mansiones de los aristócratas; se abren trincheras, se levantan barricadas. Desde el alba, los fundidores, forjan las picas. Pero hacen falta armas de fuego. Desde el mediodía, los regimientos de Infantería han recibido orden de evacuar París y se niegan a obedecer, poniéndose a disposición del Ayuntamiento.

El martes 14 de julio, la milicia se dirige hacia la Bastilla, donde se había concentrado el almacenamiento de la pólvora disponible en París. La Bastilla es una fortaleza del antiguo recinto de defensa, que había sido convertida en prisión, con muros de 30 metros de alto y fosos de  veinticinco metros de ancho llenos de agua, aunque está defendida por una guarnición de unos sesenta hombres solamente. Se inician negociaciones entre el gobernador de la fortaleza y las delegaciones, que parecen tener escasos vínculos entre ellas: diputación de los «electores del ayuntamiento», representación de los «electores» de distritos, manifestantes. Desde primera hora de la mañana los manifestantes se concentran ante la Bastilla. A comienzos de la tarde un disparo, que no se sabe bien de donde proviene, provoca un estallido general de disparos y la fortaleza es obligada a rendirse a última hora de la tarde, después de una resistencia de cuatro horas, que produce un centenar de muertos entre los asaltantes. Launay, el gobernador de la Bastilla,  es asesinado por la muchedumbre cando era condcido al ayuntamiento, al igual que el regidor de los comerciantes, Flesselles. Las tropas reales, acantonadas en París, no se han movido, puesto que sus jefes temen que se pasen al lado de los amotinados.

La Asamblea Nacional desde Versalles ha seguido con ansiedad los acontecimientos de París. En la jornada del 14 son enviadas dos diputaciones al Rey para solicitarle algunas concesiones.

Pronto llega la noticia de la toma de la Bastilla. ¿En qué bando irá a situarse Luis XVI? La sumisión de París exigiría una penosa guerra en las calles. Los grandes señores liberales, entre otros el duque de Liancourt, insisten ante el monarca, en interés de la realeza, para que aleje las tropas. Luis XVI se decide a contemporizar. El 15 de julio va a la Asamblea para anunciar la retirada de las tropas.

La burguesía parisina se aprovecha de la victoria popular y se apodera de la administración de la capital. El Comité permanente del Ayuntamiento se convierte en la Comuna de París, el diputado Bailly es elegido alcalde, mientras que La Fayette será nombrado comandante de la milicia burguesa, que pronto adoptará el nombre de Guardia Nacional. El Rey, consumando la claudicación, consiente no sólo que el 16 de julio se vuelva a llamar a Necker, sino que regresa a París el 17. Con su presencia en la capital, sanciona los resultados de la insurrección del 14 de julio. En el Ayuntamiento es recibido por Bailly, quien le presenta la escarapela tricolor, símbolo de “la alianza augusta y eterna entre el monarca y el pueblo”. Luis XVI, muy emocionado, apenas puede proferir estas palabras: “Mi pueblo puede contar siempre con mi cariño”.

La facción aristocrática se sentirá profundamente dolida por la debilidad del monarca. Los jefes toman la decisión de emigrar antes que hacerse solidarios de una realeza dispuesta a semejantes concesiones. El conde de Artois marcha, al alba del 17 de julio, hacia los Países Bajos, con sus  hijos y servidores. El príncipe De Condé y su familia pronto le seguirán. El duque y la duquesa de Polignac parten rumbo a Suiza; el mariscal De Broglie, a Luxemburgo. La emigración ha comenzado.

La realeza ha sido debilitada por las jornadas de julio de 1789; la burguesía parisina es la triunfadora: ha  triunfado instaurando su poder en la capital, haciendo reconocer su soberanía al propio Rey. Victoria verdadera de la burguesía, el 14 de julio es más todavía: es un símbolo de la libertad. Si esta jornada consagra la llegada al poder de una nueva clase, significa también la caída del Antiguo Régimen, en la medida  que cae  la Bastilla que lo encerraba.